El río que se hizo vino
Las vides que sustentan la esencia de Siluvio nacen en lo que fue el cauce de un antiguo río.
El suelo que las sostiene aún conserva centenarios cantos rodados tatuados por el paso de la corriente.
“El vino nace de la tierra y está íntimamente ligado al suelo y a las raíces, las que emergen del sustrato y las que se enhebran con el sudor de las gentes”
Las vides que sustentan la esencia de Siluvio nacen en lo que fue el cauce de un antiguo río.
El suelo que las sostiene aún conserva centenarios cantos rodados tatuados por el paso de la corriente.
Las viñas que dan vida y esperanza a Siluvio nacen en el municipio occidental asturiano de Ibias, un lugar de clima singular y distinto al del resto de la región: se trata del área donde menos llueve y más horas golpea el sol a lo largo del año. Sus empinadas laderas sostienen una tradición que se remonta a tiempos inmemoriables.
Los municipios de Cangas del Narcea, Allande, Grandas de Salime, Illano, Pesoz e Ibias reciben más horas de sol al año que cualquier otro rincón del Principado de Asturias.
En una región cuya orografía se caracteriza por la incesante lluvia, el microclima que reina en la zona implica un menor nivel de precipitaciones y dota al subsuelo de particularidades.
Las viñas de la bodega se ubican en una vaguada con forma semicircular similar a un antiguo anfiteatro romano creando un paisaje de belleza singular. Ocupa 7,5 hectáreas por lo que es la mayor parcela privada vitivinícola del Principado.
Por los suelos que hoy en día ocupa el viñedo discurría antiguamente el caudal de un río, por lo que se trata de un terreno francoarenoso que aún conserva viejos cantos rodados.